Un conejo, un zorro y un oso tienen que alistarse en el ejército.

Un conejo, un zorro y un oso tienen que alistarse en el ejército. Ninguno de los tres está muy contento, y la única posibilidad que tienen de evitarlo es ser rechazados en el examen médico.

Mientras esperan en la fila del consultorio del médico, su desesperación aumenta hasta justo antes de que sea el turno de los conejos.

El conejo se vuelve hacia el zorro: «Zorro, quizá tenga un plan. ¡Arráncame la oreja de un mordisco, confía en mí!».

El zorro lo hace y el conejo entra en la oficina.

Unos momentos después, sale gritando: “¡Me rechazaron, chicos!”

“¿Por tu oreja?”, preguntan.

“Sí, porque sin él no puedo detectar tan bien al enemigo”, dice el conejo.

“Buena idea”, dicen.

Y con eso en mente, el zorro se vuelve hacia el oso y le dice: “¡Arráncame la cola!”.

El oso ni siquiera lo duda y lo hace.

Luego le toca al zorro en la oficina.

Al rato, regresa gritando: “¡A mí también me rechazan! Sin mi cola, no puedo ser tan escurridizo y ágil como necesito”.

Ahora era el turno del oso de preguntar: “¡Rápido, muchachos, sáquenme todos los dientes, porque un oso sin dientes no da miedo en absoluto!”

El conejo y el zorro comienzan a golpear el hocico del oso, rompiéndole completamente la cara hasta que no queda ningún diente en su boca.

Luego procede a entrar al consultorio del médico.

No mucho después de salir, grita: “¡Rechazo!”

“Qué bien”, dicen. “Por tus dientes, ¿no?”

..

.

—Ahora —dice el oso—. ¡Demasiado gordo!

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