Un pobre anciano sale de su casa una mañana y ve un coche de lujo en lugar de uno viejo.

Gregory Smith, de ochenta años, estaba en el porche de su casa, conmocionado. Su viejo coche había desaparecido; lo había reemplazado un deportivo nuevo y reluciente.

En su mano, un juego de llaves sin nota. “¡Cynthia!”, llamó a su esposa. Ella salió corriendo, dispuesta a quejarse.

Panqueques quemados, pero se quedó paralizado al verlos. “¿De dónde salió eso?”, preguntó. “Ni idea”, respondió Gregory, desconcertado.

Entonces, un bocinazo familiar. Su viejo coche se detuvo y salió un joven: Jack. A Gregory se le llenaron los ojos de lágrimas. «Jack… cumpliste tu palabra».

Tres semanas antes, Gregory había recibido a Jack en el aeropuerto. La esposa de Jack estaba de parto, pero él había reservado el vuelo equivocado. Sin dudarlo, Gregory…

Le dio su billete. «Tu familia te necesita más que yo ese vuelo». Jack sonrió y prometió: «Algún día, intercambiaremos coches en lugar de billetes».

Ahora, Jack explicó: «Gracias a ti, pude asistir al nacimiento de mi hija. ¿Este coche? Es lo menos que puedo hacer». Cynthia, quien había ayudado a planear la sorpresa, sonrió radiante.

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