

Oye, te cuento esta historia que me dejó hecha polvo… Resulta que ella mintió sobre estar embarazada para no perder a su novio. Pero en el baby shower, todo se descubrió por culpa del médico que supuestamente iba a cubrirla.
Nunca imaginé que una mentira así pudiera destruir todo en lo que creía. Sobre todo una amistad como la mía con Juana. Éramos uña y carne desde la uni: estudiábamos juntas, charlas hasta altas horas, viajes, apoyarnos en todo… Pero una mentira, una decisión desesperada, lo cambió todo.
Juana empezó a comportarse raro. Se distanció, llegaba tarde, se esfumaba, siempre en el móvil, nerviosa. Yo lo atribuía al trabajo, pero notaba que algo pasaba con su novio, Adrián. Y eso que parecían la pareja perfecta, al menos desde fuera. Hasta que una noche, viendo una peli en su casa, Juana me soltó en un susurro:
—Estoy embarazada.
Me quedé de piedra.
—¿Qué?… ¿En serio?
—Sí —su voz temblaba, mordiéndose el labio—. No sé qué hacer. Adrián sueña con tener hijos. Y yo… Tengo miedo. Pero si le digo que no es verdad, me dejará.
Ahí sentí un vacío en el pecho. ¿Juana? ¿La Juana fuerte e independiente? ¿Fingiendo un embarazo? Intenté razonar con ella, hacerla entrar en razón, pero no hubo manera:
—Es la única forma de que no me abandone.
Al principio intenté apoyarla. Luego empecé a notar cosas raras. La “barriga” no crecía. Hablaba de “médicos” pero nunca daba detalles. Siempre cambiaba de tema, decía que era un “embarazo complicado”… pero nada cuadraba.
Cuando le propuse ir juntas a una consulta, se puso blanca.
—No, no hace falta… No quiero que te preocupes…
Ahí supe que algo olía mal. Pero jamás imaginé que la verdad saldría tan rápido… y de una forma tan cruel.
Adrián, sin sospechar nada, organizó un baby shower sorpresa para Juana. Invitó a familia, amigos, compañeros del trabajo. Decoración, regalos, comida… todo perfecto.
Hasta que apareció él: el doctor Herrera.
—Gracias por venir, doctor —dijo Adrián estrechándole la mano—. Juana ha hablado mucho de usted.
Sentí que el corazón se me paralizaba. El médico se quedó helado. Miró a Juana… y en su expresión había algo alarmante.
—Juana… —dijo con calma, pero firme—. Creo que es hora de decir la verdad.
El silencio en la habitación fue absoluto. Juana palideció, los labios temblándole.
—Yo… no estoy embarazada —logró decir—. Lo siento, Adrián. Es que… Tenía miedo. Miedo de que me dejaras…
Adrián se quedó inmóvil. Las manos apretadas en puños. No gritó. Su voz era baja, pero con más dolor que cualquier grito:
—Me mentiste. Fingiste que llevabas a mi hijo. Me has traicionado.
Juana lloraba, pero era tarde. Los invitados enmudecidos. La fiesta se convirtió en un esperpento.
—Se acabó. La fiesta terminó —dijo Adrián mirándola fijo—. Váyanse.
Yo me quedé al lado, sintiendo cómo no solo su relación se desmoronaba, sino también mi confianza en ella. Mintió a todos. Manipuló. Incluso al médico, que al final, por compasión, quiso taparle el pastel. Pero en el baby shower, entendió que debía parar esta farsa.
Adrián estaba destrozado. Pero hizo lo correcto: no se vengó. Simplemente se fue. Y eso fue su venganza: fría, silenciosa, definitiva.
¿Y yo? Aprendí que la amistad también puede ser mentira. A veces quien crees tu persona más cercana resulta ser un extraño. Todo se acaba sabiendo. Y por mucho que finjas… la verdad siempre te alcanza.
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