Me enamoré de una mujer embarazada y me dejaron a cargo del hijo de otra cuando nadie más lo hizo. Pero cuando ella decidió abandonar sus responsabilidades para ir de fiesta, me dejaron a cargo de todo. Años después, regresó con exigencias impactantes.
Conocí a
Molly en la universidad. Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, y aunque no correspondía a mis sentimientos románticos, nos hicimos muy amigas. Molly empezó a salir con Tanner, el popular capitán de fútbol americano, pero su relación terminó dolorosamente cuando él la dejó.
Un mes después de su ruptura, Molly reveló algo que cambió su vida: “Mark, estoy embarazada”.
Impactada, pregunté si Tanner lo sabía. Molly me explicó que él no quería el bebé y que la había presionado para que interrumpiera el embarazo. No podía creer que Tanner eludiera tal responsabilidad, pero Molly se quedó confundida, sin saber qué hacer.
Tomé una decisión que me cambió la vida. «Podemos casarnos y te ayudaré a criar al bebé», le dije, asegurándole que no estaría sola. Aunque no compartía mis sentimientos románticos, aceptó a regañadientes.
Nos casamos
discretamente y apoyé a Molly durante su embarazo mientras ambas lidiamos con la vida universitaria. Cuando nació Amelia, me enamoré de ella al instante. Me convertí en el padre que necesitaba, incluso mientras Molly lidiaba con los sacrificios de la maternidad.

Abandonada pero no rota.
La partida de Molly devastó a Amelia, quien lloró todas las noches durante un año. La tranquilicé, aunque yo también estaba desconsolado. Poco a poco, reconstruimos nuestras vidas y me dediqué a ser el mejor padre posible.

Mientras tanto, Molly parecía prosperar. Sus redes sociales mostraban una vida llena de fiestas y libertad. Años después, se reencontró con Tanner, quien por aquel entonces aún se resistía a asumir la responsabilidad de Amelia.
El impactante regreso de Molly.
De repente, Molly apareció en mi casa exigiendo la custodia de Amelia. Afirmó que Tanner estaba listo para conocer a su hija y que Amelia debería estar con su “verdadera familia”. Mi ira estalló. “Soy su padre. La crié cuando la abandonaste”, dije con firmeza.
Molly amenazó con emprender acciones legales, y me preparé para una dura batalla legal. Mis abogados me aconsejaron llegar a un acuerdo, pero no pude echarme atrás. Cuando Amelia testificó, sus palabras se convirtieron en nuestra salvación.

“Solo tengo un padre”, declaró, señalándome. “Mi madre me dejó y dijo que se arrepentía de haberme tenido. No quiero vivir con ella”.
El juez falló a mi favor y me otorgó la custodia total. Molly recibió visitas limitadas, y animé a Amelia a perdonarla. Con el tiempo, reconstruyeron su relación, pero Amelia nunca dejó de recordarme que yo era el mejor padre que podría tener; esa es la historia de cómo me dejaron a cargo del hijo de otra mujer.
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