Acogimos a una niña de 4 años y un mes después, mi esposa dijo: “Tenemos que devolverla”.

Acogimos a una niña de 4 años y un mes después, mi esposa dijo: “Tenemos que devolverla”.

Mi esposa, Elodie, y yo llevábamos años intentando tener un hijo. Tras varios intentos fallidos, nos sugirió la adopción. Fue la mejor decisión que pudimos tomar. Tras largos meses de espera, por fin conocimos a Emilie, una niña vivaz de 4 años que había estado en acogida desde pequeña. Desde el primer momento en que nos conocimos, se encariñó con nosotros, llamándonos «mamá» y «papá» incluso antes de que fuera oficial.

Un mes después de su llegada a nuestra casa, volví del trabajo y Emilie corrió hacia mí, aferrándose a mis piernas con sus bracitos temblorosos.

“No quiero que me lleven”

Sorprendido, me arrodillé a su altura. “¿Adónde, cariño?”

Le temblaban los labios y las lágrimas le corrían por la cara. «No quiero que me manden lejos. Quiero quedarme aquí contigo y con mamá».

Un escalofrío me recorrió la espalda. «Nadie te va a mandar lejos, cariño», la tranquilicé, acariciándole el pelo. Fue entonces cuando Elodie apareció en el pasillo, pálida y tensa.

“Necesitamos hablar.”

Envié a Emilie a su habitación, prometiéndole que todo estaría bien. Ella asintió y se fue.

Tan pronto como la puerta se cerró, Elodie se volvió hacia mí.

“Tenemos que devolverla.”

Abrí los ojos de par en par, pensando que lo había entendido mal. “¿Qué?”

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Por qué mi esposa quiso devolvernos a nuestra hija adoptiva después de solo un mes

Lucas y Elodie adoptan a Emilie.
Lucas y Elodie dieron la bienvenida a Emilie, una niña adorable, dulce y entrañable. Con tan solo 4 años, conquistó de inmediato a sus nuevos padres con su radiante sonrisa. Desde su primer encuentro, Emilie corrió a los brazos de Lucas, como si encontrara a su verdadero padre.

Trámites largos y agotadores.
Fue un momento muy conmovedor para Lucas; lo interpretó como una señal: ella los había elegido. Tras largos meses de espera, papeleo e inspecciones de viviendas…

Acogimos a una niña de 4 años y un mes después, mi esposa dijo: “Tenemos que devolverla”.

“¿Estás realmente listo?”

La trabajadora social les había hecho esta pregunta: “¿De verdad están listos?”. Elodie, llena de seguridad, respondió: “Es nuestra hija”. Los comienzos fueron maravillosos para los tres. Juegos, risas, la familia por fin se sentía completa.

“Quiero quedarme aquí, papi”

Pero una noche, Lucas llegó a casa exhausto tras un día duro. Corrió hacia Emilie, pero ella rompió a llorar, corrió a sus brazos y le dijo: «Quiero quedarme aquí, papi». Esas palabras lo destrozaron. ¿Qué quería decir? Fue entonces cuando apareció Elodie, con el rostro frío. «Tenemos que devolverla», declaró con dureza.

Elodie ya no aguantaba más
. Estaba al límite. Emilie rompía cosas, ensuciaba la ropa e incluso había manchado el vestido de novia de Elodie con pintura. Incapaz de ver la inocencia de la niña, Elodie la veía como una amenaza para su equilibrio.

Durante años, Lucas y Elodie soñaron con formar una familia. Pero tras varios abortos espontáneos y problemas médicos, optaron por la adopción.

“Es ella o yo”.
“Es una manipuladora”, añadió Elodie. Lucas se quedó atónito ante estas palabras. Ya se había encariñado mucho con Emilie y no soportaba la idea de perderla. “Es ella o yo”, advirtió Elodie.

Lucas eligió a su hija.
Al final, Lucas tomó una decisión: se quedaría con su hija. Aunque aún amaba a su esposa, sabía que estaba equivocada. Elodie se marchó dando un portazo. Los días siguientes fueron duros. Emilie estaba triste, sin comprender la repentina ausencia de su madre. Lucas hizo todo lo posible por consolarla, ofreciéndole ternura y cariño.

El regreso de Elodie.
Unas semanas después, Elodie reapareció, llena de arrepentimiento. Quería enmendar sus errores y admitió que había entrado en pánico. Lucas la escuchó, pero el dolor seguía latente. “No solo me dejaste, Elodie. También la dejaste a ella”, dijo.

Acogimos a una niña de 4 años y un mes después, mi esposa dijo: “Tenemos que devolverla”.

Había pasado un año. Emilie todavía se estremecía cuando alguien le alzaba la voz, como solía hacer Elodie. Se aferraba a la mano de Lucas cada vez que sentía miedo.

“Nunca me dejarás, ¿verdad?”

Pero ahora reía mucho más y se dormía sin llorar. Llamar a Lucas “papá” ya no le molestaba. Esa noche, mientras él la arropaba, le susurró: “Nunca me dejarás, ¿verdad?”. Lucas la abrazó fuerte y le susurró: “Nunca”.

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