Cuando John tenía 17 años, él y su primer amor, Lucy, hicieron una promesa especial: si no podían estar juntos en su juventud, se reunirían a los 65 en un banco de un parque tranquilo para ver adónde los había llevado la vida. La vida, como suele ocurrir, los separó. La familia de Lucy se mudó al extranjero, y John se quedó, construyendo una vida llena de matrimonio, hijos y nietos. Sin embargo, nunca olvidó esa promesa.
En su 65.º cumpleaños, John regresó a la ciudad para buscar su banco. Pero al llegar, no fue Lucy quien lo recibió, sino su esposo, Arthur. Arthur le dijo fríamente a John que Lucy no vendría. Entonces, justo cuando la esperanza de John comenzaba a desvanecerse, apareció Lucy, desafiante y decidida. Había escapado a los intentos de Arthur de alejarla. Su reencuentro fue agridulce, lleno de recuerdos de un amor que se detuvo pero nunca se borró. Lucy y John se pusieron al día y compartieron historias de sus vidas, hijos y pérdidas.
Había ternura entre ellos, pero también respeto por las vidas que habían vivido separados. Cuando Lucy le tocó la mano y le preguntó si aún sentía algo por ella, John admitió que quizá un poco, pero dijo que sobre todo se alegraba de que estuviera bien. Días después, Arthur sorprendió a John invitándolo a una barbacoa familiar y presentándole a Grace, una mujer amable que Lucy esperaba que John conociera. Grace era cálida,
Divertido y reflexivo, alguien que comprendía la profundidad del amor y la pérdida. Durante los meses siguientes, la amistad de John y Grace floreció en un romance tranquilo y estable. Unos meses después, en un viaje al océano con Lucy, Arthur y Grace, John se dio cuenta de que Lucy no era su final, sino el hermoso comienzo de un nuevo capítulo. Encontró paz y esperanza para el futuro, sabiendo que el amor, en todas sus formas, podía llegar a cualquier edad.
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