

El pequeño Johnny escuchó a sus amigos decir que los adultos guardan secretos profundos y oscuros y que pueden ser fácilmente manipulados. Siempre curioso, Johnny decidió comprobar esta teoría.
Cuando llegó a casa, se acercó a su mamá y le dijo con confianza: “Mamá, lo sé todo”.
Su madre abrió mucho los ojos. Rápidamente lo hizo callar y le dio 10 dólares, susurrando: «No se lo digas a tu padre, ¿de acuerdo?».
Johnny pensó para sí mismo: ¡Esto es increíble!
Una hora después, su padre llegó a casa del trabajo. Johnny se le acercó y le dijo: «Papá, lo sé todo».
Su padre se quedó paralizado un momento, luego sacó su billetera y le dio a Johnny 100 dólares. “Que quede entre nosotros y no se lo digas a tu mamá”, dijo.
Johnny estaba emocionado. ¡Esto estaba funcionando mejor de lo que imaginaba!
En ese momento, el cartero llamó a la puerta. Johnny abrió y lo saludó con una sonrisa pícara. «Lo sé todo, señor», dijo Johnny.
El cartero palideció, se quedó boquiabierto y se le llenaron los ojos de lágrimas. Al cabo de un momento, dijo: «Bueno, Johnny… ven a abrazar a papá».
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