

Un hombre que conduce un Yugo se detiene en un semáforo al lado de un Rolls-Royce.
El conductor del Yugo baja la ventanilla y le grita al conductor del Rolls: “¡Oye, amigo, qué coche tan bonito! ¿Tienes teléfono en tu Rolls? ¡Yo tengo uno en mi Yugo!”.
El conductor del Rolls mira y dice simplemente: “Sí, tengo un teléfono”.
El conductor del Yugo dice: “¡Genial! Oye, ¿también tienes una nevera ahí? ¡Tengo una nevera en el asiento trasero de mi Yugo!”
El conductor del Rolls, con aspecto molesto, dice: “Sí, tengo un refrigerador”.
El conductor del Yugo dice: “¡Genial, tío! Oye, ¿también tienes un televisor ahí? ¡Yo tengo un televisor en el asiento trasero de mi Yugo!”
El conductor del Rolls, con aspecto ya muy molesto, dice: «Claro que tengo televisión. ¡Un Rolls-Royce es el mejor coche de lujo del mundo!».
El conductor del Yugo dice: “¡Qué coche tan chulo! Oye, ¿también tienes cama? ¡Yo tengo una cama en la parte de atrás de mi Yugo!”
Molesto por no tener cama, el conductor del Rolls-Royce huyó a toda velocidad y fue directo al concesionario, donde ordenó rápidamente que le instalaran una cama en la parte trasera del Rolls. A la mañana siguiente, el conductor del Rolls recogió el coche. La cama lucía magnífica, con sábanas de seda y detalles de latón. Era claramente una cama digna de un Rolls-Royce.
Así que el conductor del Rolls empezó a buscar el Yugo, y condujo todo el día. Finalmente, ya entrada la noche, lo encontró estacionado, con todas las ventanas empañadas por dentro. El conductor del Rolls salió y tocó la puerta. Al no obtener respuesta, tocó y tocó, y finalmente el dueño asomó la cabeza, empapado.
“Ahora tengo una cama en la parte trasera de mi Rolls-Royce”, afirmó con arrogancia el conductor del Rolls.
El conductor del Yugo lo miró y le dijo: “¿Me sacaste de la ducha para eso?”

Una rubia acaba de destrozar su coche en un terrible accidente.
Milagrosamente, logró salir de los escombros sin un rasguño y se estaba poniendo lápiz labial nuevo cuando llegó la policía estatal.
—¡Dios mío! —exclamó el policía—. Su coche parece un acordeón pisoteado por un elefante. ¿Está bien, señora?
—Sí, oficial, estoy bien —canturreó el rubio.
“Bueno, ¿cómo pudo pasar esto?” preguntó el oficial mientras inspeccionaba el auto destrozado.
—Oficial, ¡fue algo rarísimo! —empezó el rubio.
“Estaba conduciendo por esta carretera cuando de la nada…
Este árbol apareció frente a mí. Así que giré a la derecha y vi otro árbol.
Me desvié hacia la izquierda y había OTRO árbol.
Me dirigí hacia la derecha y había otro árbol. Me desvié hacia la izquierda y había…”
“¿Eh, señora?”, dijo el agente, interrumpiéndola, “No hay un solo árbol en esta carretera en 48 kilómetros. Era su ambientador el que se balanceaba de un lado a otro”.
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