Durante seis largos años, un perro llamado Capitán fue un ejemplo de lealtad en su forma más pura, durmiendo junto a la tumba de su querido dueño, Miguel Guzmán, todas las noches. Miguel falleció en 2006 y, poco después, Capitán desapareció, dejando a su familia desconsolada y desesperada por encontrarlo. Lo buscaron por todas partes, repartiendo volantes por la ciudad, pero parecía que el fiel perro había desaparecido.
Una semana después, la familia recibió una llamada inesperada. Los visitantes del cementerio, atraídos por la conmovedora escena, habían visto a Capitán tendido fielmente sobre la tumba de Miguel. Se notificó al jardinero del cementerio, y la familia se apresuró a reunirse con su peludo compañero.
Sin embargo, el reencuentro fue agridulce. Cada noche, Capitán lloraba y arañaba la puerta, anhelando volver al cementerio. La familia pronto comprendió que no era una etapa pasajera. Todas las noches, caminaba los cinco kilómetros de regreso al cementerio, llegando en punto a las seis de la tarde para velar el lugar de descanso de su amo.
Durante siete años, Capitán realizó esta peregrinación nocturna, demostrando un compromiso inquebrantable que dejó maravillados a todos los que escuchaban su historia. El personal del cementerio, conmovido por su devoción, incluso retrasó el cierre de las puertas hasta su llegada cada noche, asegurándose de que pudiera cumplir con su solemne deber.
Al amanecer, Capitán regresaba a casa, solo para repetir el ciclo. Su historia se convirtió en testimonio del profundo amor que existe entre las mascotas y sus dueños, un amor que trasciende incluso la muerte.
La historia del Capitán nos recuerda que la verdadera lealtad no tiene límites. Si existe una representación del amor en este universo, sin duda se refleja en los ojos de un perro que se niega a separarse de su amado amo.
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