

Un hombre mayor decidió que era hora de comenzar un nuevo capítulo en su vida, así que empacó sus pertenencias y se mudó a un hogar de ancianos.
En su primer día allí, mientras ordenaba sus cosas en su nueva habitación, notó que una anciana en la habitación del otro lado del pasillo lo miraba fijamente. Le pareció un poco extraño, pero decidió ignorarlo, atribuyéndolo a la curiosidad.
Más tarde esa noche, fue a la cafetería a cenar. Al acomodarse en su mesa y empezar a disfrutar de la comida, se dio cuenta de que la misma mujer estaba sentada a su lado. Curiosamente, no había comida delante de ella; simplemente estaba sentada allí, mirándolo fijamente sin pestañear.
Aunque se sentía un poco incómodo, decidió no armar un escándalo y se concentró en su comida. Después de cenar, se dirigió al salón a jugar al bingo nocturno, con la esperanza de relajarse. Pero la suerte quiso que allí estuviera ella de nuevo, sentada en un rincón, con la mirada fija en él como antes.
Frustrado, finalmente se acercó a ella. «Señora», dijo con educación pero firmeza, «no pude evitar notar que me ha estado mirando desde que llegué. ¿Podría parar, por favor? Me incomoda».
La mujer lo miró, su expresión se suavizó. “Lo siento mucho”, dijo. “Es que… ¡te pareces mucho a mi tercer marido!”
El hombre, sorprendido, sintió una punzada de culpa. «Ah, ya veo. Disculpa la brusquedad. Si no te importa que te pregunte, ¿cuántos maridos has tenido?»
Con una sonrisa pícara, ella respondió: “Dos”.
¡¡JAJAJA!!
¡Espero que este chiste te haga sonreír! ¡Que tengas un buen día!
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