Lloraba todas las mañanas en el autobús, hasta que una mujer le tendió la mano.

Calvin, de seis años, solía correr al autobús todas las mañanas, lleno de alegría. Pero esa alegría se desvaneció: dejó de sonreír y dibujar, y empezó a temer la escuela.

Un día, lo acompañé hasta el autobús y vi susurros y lágrimas. La conductora, la señorita Carmen, le devolvió la mano con suavidad, y Calvin la sujetó.

Esa tarde, les dijo a los padres: «Algunos de sus hijos están siendo crueles. Ya he visto suficiente». Calvin llevaba semanas sufriendo acoso.

Después de eso, la escuela intervino. La señorita Carmen le dio el asiento “VIP” al frente.

Pronto volvió a sonreír y a dibujar. Un día, invitó a un niño nuevo, un poco nervioso, a sentarse con él: «Es el mejor asiento».

Luego le di las gracias a la señorita Carmen. Ella me respondió: «A veces las mochilas llevan más que libros».

Un pequeño acto de bondad hizo toda la diferencia.

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