¡Llegamos y no estaban!: Un encuentro familiar que terminó en escándalo

**”¡Llegamos y no estáis!”: Cómo un encuentro familiar se convirtió en un verdadero escándalo**

Me llamo Lucía y vivo en Madrid con mi marido Javier. Todo comenzó hace doce años, cuando vine a la capital a estudiar en la universidad. Cuando terminé, encontré trabajo y, poco después, la vida me regaló el amor de Javier. Salimos durante un año y luego nos casamos.

Los primeros años vivimos en casa de sus padres, ahorrando cada céntimo para poder comprar nuestro propio hogar. Al fin lo logramos: un acogedor piso de dos habitaciones, aunque con una hipoteca que tardaremos años en pagar. Pero era nuestro, nuestro pequeño refugio.

Parecía que todo iba bien, pero con el piso llegó una avalancha de visitas inesperadas. Familiares, cómo no, empezaron a aparecer en Madrid para “vernos” y “conocer la ciudad”. Claro, nadie quería pagar un hotel, total, “con dos habitaciones hay sitio para todos”…

Este verano, tras años sin unas vacaciones decentes, por fin coincidimos los dos en fechas y decidimos ir a la playa. Compramos los billetes para el 15 de junio y yo me puse a prepararlo todo: maletas, entradas, planes…

El 10 de junio, sonó el teléfono. Era mi prima Carmen, con su tono alegre:

—Lucía, ¡hemos decidido venir a verte el 20 de junio! Mi marido, el niño y yo. ¿Nos esperas?

Me quedé callada un instante, luego respondí con calma:

—Carmen, Javier y yo nos vamos a la playa. No estaremos.

Su reacción no me la esperaba:

—¿Qué playa ni qué nada? ¡Devolved los billetes! ¡Hace casi un año que no nos vemos! ¡La familia es lo primero!

Suspiré y dije firme:

—No. Nos vamos de vacaciones, como teníamos planeado. Todo está pagado y preparado. Ni por ti, Carmen, voy a cancelarlo.

Colgó sin más. Me encogí de hombros y seguí con los preparativos. El 15 de junio partimos. Sol, arena, felicidad.

Pero la noche del 20, sonó el teléfono. Era Carmen. Casi por instinto, contesté y solo escuché gritos:

—¡Lucía! ¿Dónde demonios estáis? ¡Estamos en tu puerta, llamamos y no hay nadie! ¡Esto es inadmisible!

—Carmen, estamos en la playa. Te lo dije.

—¡Pensé que era una excusa!

—Te lo dije en serio.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Buscad un hotel. O volved a casa.

—¡No tenemos dinero para un hotel!

—Pues decidlo vosotros. Sois adultos. Yo avisé con tiempo.

Y ahí terminó la conversación. Carmen colgó y no volvió a llamar.

Después supe que se dedicó a contar por toda la familia lo “mal” que me había portado, que era una desagradecida por dejar a la familia en la calle. Y lo peor: casi todos le dieron la razón. Para ellos, yo debí “arreglarlo de alguna manera”.

Pero yo me mantengo firme: ¿cuál es mi culpa? ¿Que tras años de trabajo quise unas vacaciones con mi marido? ¿Que avisé con tiempo?

Carmen lo sabía todo, tuvo tiempo para replanearse las cosas. Lo del hotel… eso ya era su problema, no mi obligación.

Y esto me ha enseñado algo: a veces, hasta la familia pisotea tus límites. Esperan que siempre te sacrifiques por ellos. Si no lo haces, eres la “mala”.

Pues no. No volveré a disculparme por elegirme a mí. Nunca más.

Y vosotros, ¿creéis que hice bien?

Hãy bình luận đầu tiên

Để lại một phản hồi

Thư điện tử của bạn sẽ không được hiện thị công khai.


*