

Un polaco se casó con una estadounidense y, aunque su inglés no era perfecto, se llevaron muy bien.
Un día, irrumpe en el despacho de un abogado, con aspecto de pánico.
Hombre: “¡Necesito el divorcio! ¡Ayúdenme, por favor!”
Abogado: “¿Un divorcio? Bueno, eso depende de tu situación. ¿Tienes algún motivo?”
Hombre: “¡Sí, sí! Una hectárea y una linda casita.”
Abogado: “No, quiero decir… ¿cuál es el fundamento de su caso?”
Hombre: “¡Oh! De hormigón”.
Abogado: “Señor, ¿usted y su esposa tienen algún rencor?”
Hombre: “¡No hace falta! ¡Tenemos cochera!”
Abogado: “Intentémoslo de nuevo… ¿cómo son sus relaciones?”
Hombre: “Todo sigue en Polonia”.
Abogado: “Señor, ¿ha habido alguna infidelidad en su matrimonio?”
Hombre: “¡Ah, sí! Tenemos equipo de música de alta fidelidad y un buen reproductor de DVD”.
Abogado: “No, quiero decir… ¿su esposa alguna vez le pega?”
Hombre: “¡No, no, me despierto antes que ella todos los días!”
Abogado: Frustrado. “¿Entonces por qué quiere el divorcio?”
Hombre: “¡Porque ella intenta matarme!”
Abogado: “¿Qué? ¿Qué te hace pensar eso?”
Hombre: “¡Tengo pruebas! Compra una botella en la farmacia… ¡y la tira al baño!”
Abogado: “¿Y qué decía la botella?”
Hombre: “Justo como en la etiqueta… ¡Quitaesmalte normal!”
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