Un día en Marruecos.

Un pequeño niño llamado Hameed vivía en un pueblo de Marruecos.

Ninguno de sus compañeros de clase lo quería por su estupidez, especialmente su profesor, que siempre le gritaba: “¡Me estás volviendo loco, Hameed!”.

Un día, la madre de Hameed fue a la escuela para ver cómo le iba. La maestra le dijo con sinceridad que su hijo era un desastre, sacaba notas muy bajas y que ni siquiera ella había visto a un niño tan tonto en toda su carrera docente. La madre, impactada por la reacción, sacó a su hijo de la escuela e incluso se mudó a otra ciudad.

25 años después, a la maestra le diagnosticaron una enfermedad cardíaca incurable. Todos los médicos le recomendaron encarecidamente una cirugía a corazón abierto, algo que solo un cirujano podía realizar. Sin más opciones, la maestra decidió operarse, y fue un éxito. Cuando abrió los ojos después de la cirugía, ¡vio a un apuesto médico sonriéndole!

Quería agradecerle, pero no podía hablar. Su rostro empezó a ponerse azul, levantó la mano intentando decirle algo, ¡pero finalmente murió!

El médico estaba conmocionado e intentaba averiguar qué había pasado. Al voltearse, vio que nuestro amigo Hameed, que trabajaba de limpieza en la clínica, había desenchufado el equipo de oxígeno para conectar su aspiradora.

Ahora, ¿no me digas que pensabas que Hameed se había convertido en médico?

El hombre parecía un poco preocupado.

Cuando el médico entró para hacerle su examen físico anual, lo primero que hizo fue preguntarle si algo le preocupaba.

—Bueno, a decir verdad, doctor, sí —respondió el paciente.

Verás, parece que me estoy volviendo olvidadizo. Nunca estoy seguro de recordar dónde dejé el coche, si contesté una carta, adónde voy o qué haré cuando llegue, si es que llego. Así que necesito tu ayuda. ¿Qué puedo hacer?

El médico reflexionó un momento y luego respondió con su tono más amable:  “Págueme por adelantado”.

El hombre le dijo a su médico que ya no podía hacer todas las cosas de la casa que solía hacer.

Al terminar el examen, dijo: «Ahora, doctor, puedo con ello. Dígame claramente qué me pasa».

“Bueno, en términos sencillos”, respondió el médico,  “usted simplemente es un perezoso”.

“Está bien”, dijo el hombre.

“Ahora dame el término médico para poder decírselo a mi esposa”.

Una mujer rubia sufre un terrible sobrepeso, por lo que su médico la pone a dieta.

Quiero que comas con regularidad durante dos días, luego te saltes un día y repitas este procedimiento durante dos semanas. La próxima vez que te vea, habrás perdido al menos dos kilos y medio.

Cuando la rubia regresó, sorprendió al médico al perder casi 20 libras.

“¡Es increíble!”, dijo el médico. “¿Seguiste mis instrucciones?”

La rubia asintió… “Pero te diré que pensé que me iba a morir ese tercer día”.

“¿De hambre, quieres decir?”, preguntó el médico.

“No, de saltar por todos lados.”

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